Para ti, lector cultísimo
que devoras esta página
un romance con esdrújulas
voy a hacer de forma rápida,
con tono muy humorístico
y con intención simpática.
Doña Pilar del Castillo,
la ministra democrática
de la Cultura, el Deporte,
la Educación y didáctica,
dice que nuestra enseñanza,
está endeble, débil, flácida,
muy floja, enclenque y asténica,
anoréxica y escuálida,
alicaída y anémica,
con la su color muy pálida...
Y el sistema educativo,
dicho así, de forma rápida,
está, el pobre, hecho una pena
y está el pobre hecho una lástima...
Ante situación tan grave,
tan caótica y tan trágica,
busca la joven ministra
una solución fantástica,
y una Ley de Calidad
quiere ya poner en práctica
recuperando la antigua
y la terrible reválida.
Aunque es muy duro remedio
y una respuesta muy drástica,
ella dice que es medida,
y solución muy balsámica,
y su Ley de Calidad
es una pócima mágica….
Pues no quiere que los jóvenes
se hagan pánfilos y pánfilas,
ni que beban de la bota
cual expertos en botánica,
ni una España analfabética
que esté de cultura inválida...
Por eso, en plan pedagógico,
quiere imponer la reválida.
Mas los jóvenes no aceptan
decisión tan antipática
y con miedo y pavor tiemblan
ante cosa tan dramática.
Y así, jóvenes y jóvenas,
en una lucha titánica,
hacen huelga de pupitres
en contra de la reválida,
y ruegan a la ministra
que cambie pronto su táctica...
No quieren nuevos exámenes
ni más pruebas problemáticas,
ni cribas que sean difíciles,
con sangre, sudor y lágrimas…
Y no quieren empollar
ni el inglés, ni lenguas clásicas
ni la física y la química,
ni ciencias, ni matemáticas,
ni aprender fechas históricas
ni las citas bibliográficas,
ni estudiar el paleolítico,
ni el teorema del Pitágoras,
ni el principio del Arquímedes,
ni ortografía, ni gramática...
Y protestan con gran fuerza
desde Mérida hasta Málaga,
desde el mar Mediterráneo
hasta la costa cantábrica
desde Lérida hasta Córdoba,
desde Cáceres a Ávila...
Así que nuestra ministra
acaba de forma trágica
con gran dolor de cabeza
ante su dura reválida...
¡Ay, pobre doña Pilar,
ministra tan democrática!
Tenga usted mucha paciencia
y manténgase flemática.
No se ponga usted colérica,
ante esta gran problemática,
porque jóvenes y jóvenas
de la piel de toro hispánica
protesten todos fortísimo
y la manden a hacer gárgaras...
¡la culpa es de la fatídica
y la terrible reválida!
Así, el romance de esdrújulas
aquí termino, animándola,
y a la ministra yo dígole,
de forma amistosa y cálida:
¡Suerte, señora ministra!
¡Que apruebe usted... ¡su reválida!
¡Y hasta la semana próxima
aquí, en esta misma página!