Hoy les hablo de una obra

que a España gran fama dio:

una obra de ingeniería,

orgullo del español,

que es un puente muy famoso:

El de la Constitución.

 

Fue hace ya más de veinte años

cuando tal obra empezó,

al llegar la Monarquía

de Juan Carlos de Borbón,

un regatista famoso

que navega en un Bribón.

 

El pueblo, por mayoría

en referendo aprobó

esa obra tan famosa

de nuestra Constitución.

Y, aunque no hizo nada malo,

nuestro rey la sancionó.

 

Después de muerto el Caudillo,

el famoso dictador,

llamado Paquito Franco,

un gallego de El Ferrol,

que durante 40 años

largo dictado dictó,

llegó el abulense Adolfo,

el que en Cebreros nació.

Llamó a varios de U.C.D.

y a otros de la Oposición

y a edificar este puente

desta guisa los mandó:

Coged raudos la paleta

y cemento y hormigón

y construidme un gran Puente:

El de la Constitución.

 

El grupillo de pensantes

el tal puente levantó:

construyeron los pilares

de nuestra legislación,

los derechos y deberes

del ciudadano español,

el senado y el congreso,

el paro, la educación,

la sanidad, la corona,

y nuestra administración.

Y fueron partiendo en trozos

el territorio español:

Cataluña, Andalucia,

nuestra Castilla y León

Extremadura y Galicia,

donde Fraga se asentó,

y otros hasta diecisiete,

que no menciono al lector,

pues sabe más geografía

y más historia que yo.

Y en ese famoso imperio

donde no se ponía el sol,

impusieron 5 lenguas,

que muy bien las conté yo:

catalán, vasco, galego,

castellano... ¡y español!

 

Así, el pueblo, muy demócrata,

con orgullo levantó

ese puente tan famoso:

El de la Constitución.

Y gracias a ese abulense

el puente se construyó.

Y, como al 6 de diciembre

de inmediato se agregó

el día de la Inmaculada,

Purísima Concepción,

acabó siendo este puente,

de tan magna construcción,

más largo que el acueducto

que a Segovia fama dio.

 

Mas, a punto de irse a pique

estuvo en una ocasión,

cuando en el mismo hemiciclo

Bigotes Tejero entró,

y, con su pistola en ristre,

al parlamento asustó

soltando el "¡se sienten, coño!"

que de miedo y de pavor

a todos los diputados

y a todo el pueblo llenó.

¡Ay, qué noche más tremenda

la noche del transistor!

 

Menos mal que el de Cebreros,

cual primo de Zumosol,

sobre río tan turbulento

con arrojo se arrojó,

al teniente del tricornio

lo contuvo con valor

y osado, desde la orilla,

el tal puente defendió.

¡Y siguió derecho el puente

de nuestra Constitución!

 

Desde entonces, somos libres:

¡Libertad al por mayor!

y, gracias a esta gran obra,

orgullo del español,

tenemos este acueducto,

que anuncia con fuerte voz

que llegan las Navidades

y ya está cerca el turrón.

 

Por eso, amables lectores

aprovecho la ocasión,

y grito con voz potente

y democrática voz:

¡Viva nuestra Carta Magna,

y Juan Carlos de Borbón!

Que por siempre la paz reine

en todo el pueblo español...

¡Y nunca se caiga el puente

de nuestra Constitución!