Este septiembre nos trajo
el fin de las vacaciones,
así que... ¡vuelta al trabajo
y arriba las depresiones!
Los papás, desesperados,
con este mes tan funesto,
se sienten más que atracados
con tanto libro de texto.
Y así, lector, es normal
que el sueldo se descontrole
con ese gasto infernal
que nos trae la vuelta al "cole".
Pues sin duda es el mayor
de los atracos anuales,
el precio amenazador
de nuestras editoriales.
Al empezar este mes
llega el atraco sangriento:
¡Cuatro mil, para el de Inglés!
¡Mil, el de Conocimiento!
Los precios, un desgobierno,
no nos tienen compasión:
¡Mil quinientas, un cuaderno
y el libro de Religión!
Y sigue con amargura
engordando la estadística:
¡Mil y pico, el de Lectura,
y otras dos mil, el de Artística!
Sigue el gasto aterrador:
mil doscientas, un compás;
mil cien, un rotulador,
regla, escuadra y lo demás...
Las botas, el chubasquero,
un estuche, otra cartera,
dos donuts con agujero
y diez pinturas de cera.
Sacapuntas, lapicero,
gomas último modelo...
¡y otra vez al peluquero
a que le corten el pelo!
Aquí termino la lista,
que ya muy larga ella es,
pues no hay sueldo que resista
tal desembolso en un mes.
Y claro, el papá, enojado,
no para de protestar:
¾¡Con los precios se han pasado!
¿Cuánto tengo que soltar
"pa" que el niño sea educado
y que me pueda aprobar?
El buen padre, con dolor,
pierde ya su compostura
y protesta al profesor
y clama su desventura
al Provincial Director
de Educación y Cultura.
Y desde aquí solicita
con respeto, al señor Piera
la enseñanza gratuita
sin que toquen su cartera.
Aferrado al monedero,
se queja y dice: ¾¡Protesto!
¡Vaya chorreo de dinero!
¡Malditos libros de texto!
Y, como esto está muy mal,
siguen estos melodramas,
ante el Jefe de Programas
o el Director Provincial.
Porque, si a mi me incumbiera,
yo también reclamaría,
ante don Lorenzo Piera,
o ante don Javier García.
Mas, si se acaba el dinero,
hagan la reclamación
ante el señor Consejero
de Castilla y de León.
Si lo hacen así, yo espero,
desde este humilde rincón
que mejore por entero,
y no saque ningún cero,
ningún cero patatero,
nuestra pobre Educación.