Permítanme que transcriba
para que en Internet salga
el romance del viaje
que hasta Madrid hizo el Papa.
Pasómelo, en exclusiva,
la oficina vaticana,
y dióme el gran privilegio
de ponerlo en estas páginas.
Así que, sin más demora,
ahí va el romance del Papa:
En un avión de Alitalia,
a las doce y diez minutos
-así comienza el romance
que yo fielmente traduzco-
a Barajas, con su séquito
llega Juan Pablo II.
A pesar de sus añitos
y aunque está un poco pachucho,
este Papa viajero,
este Papa trotamundos
por quinta vez en España
sus santas sandalias puso.
No era su primer viaje,
que hace un año y cuatro lustros,
vino aquí por vez primera
y el papa en Ávila estuvo
predicando en La Muralla,
junto a uno de sus cubos.
Vino a España el día después
del patrono San Segundo,
cuando, por fin, la bandera
ocupó el sitio oportuno,
por decisión del obispo
que además de bueno, es justo.
Madrid estaba inundada,
más que en tiempos del Diluvio.
Más de un millón de personas
así contadas a bulto,
llenaban La Castellana,
Colón, Cibeles, Neptuno…
¿Celebraba tanta gente
algún título del fútbol
para estar, ay, tan alegres
y rebosantes de júbilo?
¡Quiá, es que ha venido a vernos
este Papa trotamundos!
Ansí que arribó el buen Papa,
sonaron aplausos muchos.
Y convirtióse Madrid
en pacífico tumulto,
con miles de Viva el Papa
y cientos de Totus Tuos
que en latín bien traducido
quiere decir Todo es tuyo.
Ay, qué guapo estaba el papa,
nuestro Pontífice Sumo,
con ese su blanco traje
y ese gorrito tan chulo
que se pone en la cabeza
encima del occipucio.
Iba vestido de blanco,
que es, ay, el color más puro,
frente a 80 cardenales
de traje grana y oscuro
y 220 obispos,
si por alto bien calculo.
El sábado, a la hora sexta
en Cuatro Vientos estuvo
y sopló a miles de jóvenes
vientos de fe y de futuro,
diciendo que era muy joven
en un juvenil discurso.
Y alargó su alocución
minutos y más minutos,
y no estuvo hasta más tarde
porque el médico, muy duro,
no le deja trasnochar
y ser un papa nocturno...
sino... todavía está hablando
el buen Juan Pablo Segundo...
¡Pero hubo de irse a dormir
en el Palacio del Nuncio!
El domingo, de mañana,
ante numeroso publico
–eran más de un millón de almas
venidas de todo el mundo-
encima de los altares
cinco nuevos santos puso...
Y después de hacerlos santos,
el Papa siguió... a lo suyo,
Mientras miles de incensarios
Madrid llenaban de humos,
con esos cinco españoles
y santos de nuevo cuño,
él nos invitó a rezar,
que el demonio es muy astuto…
Prosiguió el Papa sin prisas,
prolongando los minutos,
mientras las gentes gritaban
con gritos altos y agudos:
-¡Totus Tuos! ¡Arriba el Papa!
-¡Viva Juan Pablo II!
-¡No te vayas! -¡Quédate,
porque aquí estás muy a gusto!
Después de reponer fuerzas,
porque no era día de ayuno,
tomo café con los Reyes
y, a eso de las seis en punto,
montóse en el papamóvil,
que a Barajas lo condujo.
Allí rompe el protocolo,
con cariñosos saludos
y a todos sus guardaespaldas
de nuevo mete en apuros.
Súbese al avión de Iberia,
pone al Vaticano rumbo
y termina este viaje,
que espero que no sea el último,
diciendo: “-¡Volveré a Hispania,
porque allí me quieren mucho!”
Termina así este romance,
con estas bellas palabras
que me pasó, en exclusiva
la oficina Vaticana.
Sólo me queda exclamar,
junto a miles de gargantas:
Viva Juan Pablo II,
¡Totus Tuos! ¡Viva el Papa!